Omar Romero Contreras
Public Speaking Trainer
Omar Romero Contreras
Hablar en público implica tener cierto nivel de pánico escénico y exige no sólo cierta destreza sino también el desarrollo de una gama de herramientas y habilidades que permitan al líder entregar eficazmente su mensaje.
Debido a ello, muchas personas se entrenan o capacitan en el arte de hablar en público, se preparan para escribir un mensaje que llegue a la audiencia y ensayan para realizar una entrega impecable, en aspectos más técnicos son cuidadosos del escenario, del sistema de sonido, que el recinto tenga la acústica y todo lo necesario para que su presentación o discurso sea lo máximo.
Son conscientes, quizá, de su pánico escénico y lo han trabajado a través de ciertos ejercicios, cuidan su respiración y procuran la vestimenta más idónea para transmitir la mejor imagen, cuidando hasta el más mínimo detalle.
Sin embargo, por extraño que parezca, hay un elemento que no ha sido considerado en toda esta ecuación, ecuación hasta el momento centrada en la persona de quién habla en público y ese elemento es la propia audiencia.
Estamos más preocupados porque nuestro discurso tenga un buen efecto, nuestra imagen proyecte los valores que deseamos mostrar a los demás y que nuestra entrega sea impecable; que olvidamos a nuestra audiencia, que es el otro elemento esencial de este sistema, ¿qué es un orador, sin una audiencia? ¿cómo transmitir tu mensaje, si nadie está escuchando? (emisor-mensaje-receptor).
Por eso, hoy más que nunca: ¡Es la audiencia, estúpido!
¿Imagino que con esto último ya capté tu atención? si es así, estupendo y antes de que te ofendas permíteme contarte la historia que dio pie a esta frase.
La frase original: It´s the economy, stupid! de James Carville, consultor político norteamericano, fue escrita por él como un recordatorio de los temas más importantes de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992, temas que debían marcar una clara distinción con el candidato republicano George Bush (padre).
El contexto
En la elección presidencial de 1992 el candidato republicano George Bush era considerado invencible por los analistas políticos derivado de sus éxitos en política exterior (fin
de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico).
La gente de mi generación y generaciones anteriores quizá recuerden que la guerra del Golfo Pérsico tuvo la ocasión de ser la primera guerra “televisada en directo”, la famosa operación
“Tormenta del desierto” fue seguida por millones de televidentes a nivel mundial.
Bush tenía una aceptación del 90% entre el elector medio norteamericano. Y sobre ese panorama no había ningún indicio que pudiera indicar una derrota en las elecciones presidenciales
de 1992.
En ese momento Bill Clinton tenía pocas posibilidades de convertirse en presidente de los Estados Unidos de América. Ante ese panorama tan desalentador, Carville coordinador del equipo de campaña de Clinton, desarrollo una guía enfocada en cuestiones relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos norteamericanos y sus necesidades inmediatas, y con el objetivo de mantener la directriz del mensaje pegó un cartel en las oficinas centrales de campaña con tres sencillos puntos:
1. Cambio vs. más de lo mismo
2. Es la economía, estúpido
3. No olvidar el sistema de salud
Los tres puntos eran los elementos que el candidato Clinton debía mencionar en todos sus eventos ya que eran de interés común para los votantes.
Aunque este cartel solo era un recordatorio interno y no la propuesta central de la campaña de Bill Clinton, pronto se convirtió en una especie de slogan no oficial de la campaña de Clinton y que
resultaría decisivo para derrotar a Bush.
Y de ese documento interno la frase que más efecto causo fue ¡Es la economía, estúpido! frase de comunicación poderosa no solo por la palabra altisonante sino por el contexto y el público
que tenía como objetivo.
En este caso el equipo de Carville detecto que un tema de especial atención y preocupación para el ciudadano norteamericano era lo relacionado a la economía norteamericana, en concreto como incrementar su poder adquisitivo para continuar con su estilo de vida.
La frase era un recordatorio que buscaba otorgar la sensación de tranquilidad al pueblo norteamericano, hablando de aquello que necesitaba y ofreciendo una solución concreta, de esta forma la campaña de Clinton tuvo como premisa centrar su mensaje en las necesidades e intereses del ciudadano norteamericano preocupado por los aspectos económicos que eran cercanos a su realidad.
¡Es la audiencia, estúpido! obedece al mismo principio, muchos comunicadores cuando hablan en público se concentran en su mensaje, en su lenguaje corporal, en si sonríen o en la tensión nerviosa que están experimentado y como la liberan, se concentran en muchas variables, sin embargo, no se trata de ti, se trata de tu público, ¿le das a la audiencia aquello que quiere?
En este contexto; ¡es la audiencia, estúpido! adquiere una nueva significación; los mejores comunicadores son aquellos que despiertan emociones en los demás ¿estás concentrado en
la audiencia o en lo que tu estas sintiendo?
La audiencia es fundamental para el comunicador ¿le aportas valor? ¿haces que reflexionen? ¿qué sonrían? ¿qué se emocionen?
Sin perder tu esencia como comunicador, es decir, aquello que te hace único, deberás adaptar el mensaje a tus diferentes públicos, aquí hay tarea de por medio; investiga cuales son las preocupaciones o que los motiva, cuando hablas a la gente ¿tienes la posibilidad de detectar cuales son los temas centrales, los problemas y el clima social en el que viven?
Lo peor para un ser humano cuando le pone atención a alguien que habla en público es sentir que perdió su tiempo escuchando a alguien que no le aportó valor o no le ayudó a ser mejor. El
principio clave pasa por tener presente que la misión de quien habla en público es dar al público, no recibir de él. (Anderson, 2016).
Es fundamental, interesarte por tu audiencia, siempre apórtales valor, entretenlos, motívalos y aunque tu discurso solo tenga como objetivo presentarles información deberá pasar por el
filtro de las tres E:
1. Entretener
2. Emocionar
3. Enseñar
Brinda siempre estas tres “E” y harás que el auditorio te acepte como uno de los suyos, pero no por la información que presentas sino por como los haces sentir. Ahí es donde reside el verdadero valor. Recuerda ser claro, conciso y convincente.
Comunicadores somos y en el camino andamos.
Referencias
Anderson, C. (2016). Charlas TED. La guía oficial de TED para hablar en público. Grupo Planeta.
Romero Contreras, O. (2021). Comunicar con Poder. Hablar en público con maestría y cambiar al mundo con tu mensaje (4a ed). Ittaltia. https://omarpublicspeaking.com/comunicar-con-poder/